Sigue sorprendiéndome lo que ha sucedido (y sucede) en Venezuela. Lo que comenzó con un intento de golpe de Estado se perpetua, bajo la bandera de una corriente política denominada «chavismo», en la figura de un conductor que, tras unas elecciones cuya legitimidad se encuentra bajo sospecha, decidirá el futuro de este país anclado en el pasado.
Sí, digo bien, anclado en el pasado porque lo que allí sucede esperas encontrártelo en una película ambientada en tiempos pasados y no en pleno siglo XXI.
¿El argumento?
Un militar se hace con el poder político y, a continuación, comienza toda una campaña para mantenerse en el poder utilizando toda una serie de tretas y argucias: manipulación de canales de televisión y radio, nacionalización de empresas extranjeras por el bien de la Patria, recabando el apoyo de sus socios regionales mediante la fuerza del petróleo, enfrentándose a la reencarnación del mal = EEUU…
Pasan los años y el militar muere, siendo convertido, por motivos políticos, en una suerte de héroe nacional. Será un humilde conductor el que suceda al dictador, perdón, militar…
Con Maduro al volante…esperemos que Venezuela no sufra ningún accidente
Aún con el guión anterior, el pueblo venezolano, con los graves problemas que le aquejan, parece haber decidido continuar esta película denominada «revolución bolivariana» despreciando las posibles propuestas de un licenciado en Derecho (Henrique Capriles) por los «conocimientos» que se le presumen al conductor lugarteniente de Chávez (Nicolás Maduro).
Es increíble lo que la fuerza de las armas, fraude, corrupción, populismo, manipulación y un par de chandal con los colores nacionales pueden hacer…
(Pablo)
La Almohada de Lucas 